Andaba solo por esa plazuela, bajaba la mirada ante cualquier presencia. Caminaba como sin sentido, pareciera que sus pasos estuvieran perdidos. Pareciera que contara sus pasos, esos que cada vez se hacian mas largos. No se detenia a pensar en nada, y de cuando en cuando un poco de tabaco para apaciguar su desesperación extraña.
Buscaba su destino, buscaba aquel camino del que se había perdido; no sabia cómo ni cuándo, estaba ahí y no preguntaba a ninguno como volver a seguir su camino.
Recuerdos abundaban su cerebro, recuerdos aquellos que hacían que muriera de miedo, miedo a no seguir, miedo a quedarse ahí, miedo a no poder avanzar, miedo a no poder continuar, miedo a quedarse solo e infeliz.
Su cerebro le decía aquello que él sentía: "No es la felicidad de un punto sino la de un camino". Camino que no encontraba, camino que se había perdido ante su atenta mirada.
No hay más puntos que buscar, él sabe que el camino continúa, que no es el camino quien ha desaparecido, que es simplemente una inesperada confusión de sitio, de permanencia.
Quizás el tabaco era lo único que lo hacia despejar su cerebro, cerebro que le decía no a los recuerdos, y sin querer era invadido de ellos. Cerebro que era controlado por los sentimientos, sentimientos que no desaparecen, sentimientos que están ahí y que crecen. Sentimiento que él no olvida; recuerdos que no solo se recuerdan sino se sienten; y es que él aún siente, aún la quiere.
